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26 abril 2013 5 26 /04 /abril /2013 18:23

       

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                                 LOS GULAGS BOLIVARIANOS (Carlos Ochoa)

La jugada que puso a Nicolás en la presidencia de la república no se montó como nos han hecho creer en diciembre, cuando un Chávez sumamente enfermo lo designó como su heredero político. El primer movimiento  se dio a principios de 2012 cuando en Cuba se le habló con claridad al Presidente del estado precario de su salud, y  la necesidad de preparar un eventual sucesor para continuar con el proyecto del socialismo del siglo XXI.

Lo primero que hizo Chávez con su equipo cubano fue evaluar los escenarios internos del PSUV, los niveles de aceptación de cada uno de los líderes más relevantes a lo interno, y por supuesto el nivel de compromiso del afortunado elegido con Cuba, en el proyecto de fusionar las dos naciones.

Es en ese perfil donde el nombre de Nicolás Maduro se impone, pero para poder colocarlo sin que los demás aspirantes, entre ellos Diosdado, fracturaran la unidad del partido desacatando la palabra del líder, idearon una estrategia de desconcentración del poder, que si bien fue exitosa para el objetivo planteado de la sucesión, traería como consecuencia el debilitamiento del equipo político que Chávez hábilmente controló por años.

El escenario para poner en práctica la desconcentración política y dejarle el camino libre a Maduro fueron el adelanto y separación de las elecciones a gobernadores de las presidenciales. Recordemos que Chávez mandó a los gulags bolivarianos a los posibles contendores de Maduro, incluso a este lo postuló para gobernador de Carabobo, y hasta se cambió de residencia en el CNE  para hacer más creíble la jugada urdida en La Habana.

Estuvieran de acuerdo o no, los posibles contendores de Nicolás fueron enviados a los gulags bolivarianos. Aristóbulo fue enviado al exilio en Anzoátegui, Arias Cárdenas al Zulia en donde ya había cumplido funciones de gobernador durante el gobierno de Caldera II, Vielma Mora le tocó el gulag del Táchira en la frontera, el joven y ambicioso ex ministro de Relaciones Interiores y Justicia Tareck El Aissami le encomendaron Aragua, donde nadie lo conoce, a Jaua lo sacrificaron en Miranda, y a Francisco Ameliach por el poder que se dice maneja en el PSUV en lo organizativo, a su estado natal Carabobo, por eso cuando la militancia del PSUV le exigía a Chávez en una concentración en Valencia que nominara a Lacava, Chávez dijo: “ustedes podrán decir Lacava pero yo digo Ameliach”. Les quedó un solo personaje que por su ascendencia en los cuadros militares y empresariales, y por el cargo que ostenta de Presidente de la Asamblea Nacional no pudieron enviarlo a ningún gulag, Diosdado Cabello, con el cual seguramente Chávez tuvo que utilizar todo su poder de convencimiento para que aceptara al insípido Nicolás.

Lo que queda claro es que Maduro con los resultados de las elecciones no tiene piso político para imponer nada a nadie. La sombra de ilegitimidad, la repetición y rotación de caras en el tren ministerial, la desconcentración del liderazgo histórico,  y la carencia de un prestigio propio, lo harán rehén de alguna fracción  militar que intentará negociar su “mientras tanto” en la presidencia, como atinadamente la definió Capriles.

El movimiento táctico y la estrategia que  encumbró a Maduro a la presidencia, es ahora su talón de Aquiles.

     

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