Carlos Ochoa
Empezamos el año racionados, devaluados y estafados, sin fe, esperanzas ni ilusiones. Parece la letra de un tango, pero la tragedia que vivimos es grande. La maxidevaluación es el punto más crítico que enfrenta el proyecto de Hugo Chávez y la secta militar que lo sostiene.
Si el dinero adicional de la devaluación, que hace más rico al gobierno y más pobres a los demás, logra mantener y aumentar la dependencia de las dádivas populistas sin protestas, veremos emerger una mayoría parlamentaria roja rojita de las elecciones legislativas de septiembre. Esta victoria supondría una ventaja enorme en la contienda frente a las aspiraciones de reelección de Chávez en 2012.
Pero la moneda tiene dos lados, las posibilidades de la alternativa democrática depende de la lectura que se haga de la crisis y esencialmente de la capacidad de recuperar credibilidad en los sectores donde el chavismo es aún mayoría. Eso supone un posicionamiento correcto.
La imagen débil actual no es responsabilidad exclusiva del adversario, que si bien no tiene escrúpulos para criminalizar a la oposición y su dirigencia, no es el único responsable de esta percepción. Es aguas arriba de las filas opositoras donde reside el problema principal. No se trata solamente de postular caras nuevas o rostros marchitos, se trata de encarnar el cambio al lado de la gente. El asunto desde la perspectiva emergente se asume como necesidad de relevo generacional, y desde los partidos como un tema de profesionalización de la política. Las dos visiones no son excluyentes, pero hay que alcanzar un alto grado de madurez para que cada visión sume y no divida.
El reto de los factores oposicionistas en esta coyuntura es sacarle provecho a la debilidad de la conexión emocional de Chávez con la mitad del país que lo ha apoyado hasta ahora. Sin los votos de esos venezolanos que sienten el engaño y el fracaso de 11 años de un gobierno, no se obtendrá el triunfo. Para ganarlos al cambio no basta el desencanto, hay que sembrarles con tierra abonada las virtudes republicanas: fe, esperanza e ilusión.
No hay otro camino para el que quiera recoger cosecha.